junio 29, 2010

Idolos de Barro

“No sé qué les ha dado a todos últimamente, que fingen hasta con sus genitales” le dije a una amiga, hace poco. Todo el mundo le copia a sus ídolos de barro. Todo el mundo se muere por ser capaces de rellenar el traje de su estereotipo. El tipo antisocial, oscuro, depresivo. La niña blanca, inocente y lesbiana porque el falo es demasiado brusco para ella. La chica top de mente abierta, con mucho criterio y libertad, con el objetivo ya hostigosamente trillado de derribar los tabúes. El filosofo idealista, comprometido con el progreso, comunista por decisión supuestamente racional, con el odio heredado a la diabólica derecha. Y así un largo etcétera.

Los personajes realmente posibles son desagradables, no venden. Los modelos están hechos para seducir, para que los pajarones quieran imitarlos. Para lograr eso hay que crear personajes fantásticos, y por ende, imposibles; condenando a sus seguidores a una búsqueda sin ningún premio real. A nadie le impresiona lo real.

No me gustará la idea (y supongo que a muchos otros tampoco), pero sólo el nombre de Johnny Deep, es más convincente que don Roberto, que es cajero de farmacia, gana sueldo apretado, tiene un niño con notas del montón y una señora de las que dejó la ola. Incluso hay estereotipos de imitaciones mejoradas de don Roberto, llenos de autosacrificio propio de un jesús obrero, y complementados de un amor incondicional de su mujer.

Me parece un verdadero desperdicio. Intentan ser algo que no pueden y se pierden una de las pocas cosas deseables que creo que existen, disfrutar de ser uno mismo. No es fácil, ni simple, pero es infinitamente más satisfactorio que fingir la vida entera.

Todos van desesperados buscándose una vida y nadie se acuerda de buscar vivir.

Diego Molina

junio 22, 2010

La Condescendencia y el Statu Quo

Es cierto que la utilidad de algo es relativa a la circunstancia en que se encuentre, como planteó Diego en la entrada anterior. Pero en lo que respecta a pensar, personalmente, creo que es algo absolutamente necesario en la vida. En toda vida que intente ser aprovechada y ejercida plenamente. Por que creo que la vida tiene que ser aprovechada y ejercida plenamente. De ahí la utilidad del pensar en la vida.

Lo que piensas, en cierto modo, define que clase de vida llevas. No creo que la vida sea para malgastarla en carrete, en buscar logros laborales, o en formar lo que comúnmente se conoce por 'familia'. Son más bien metas impuestas. Pero, para mi desgracia, es en lo que la mayoría de la gente enfoca sus pensamientos, eso o en trivialidades vacías, como que Chile va al mundial, mejorar mi currículo, ganar más plata, o los cahuines de la familia, el trabajo o los amigos. Y normalmente se quedan ahí, en eso, en la trivialidad, en lo insustancial. Y cuando alguien, interpela estos pensamientos o ideas, 'cae mal', pues todo el mundo espera que los demás acepten, e incluso aprueben su pensar, sin importar lo que sea.

El hecho es que, en nuestra autocomplaciente sociedad, se cree que solo por el hecho de ser 'yo', mis opiniones son validas y respetables, e incluso intocables, ya que si se objetan o se ponen en duda, se considera una falta de respeto. Así lo único que se logra es mantenernos en los mismos paradigmas, estancados en el mismo estado mental, sin crecer, sin avanzar.

Algo básico, es que cualquier persona que expone una idea, debe ser lo suficientemente responsable de lo que dice, y aceptar, que habrá quienes no concuerden e intentarán refutarle, entonces, deberá estar dispuesto a defenderla, y en el caso de que no desee hacerlo, no puede evitar que su opinión sea cuestionada.

Comúnmente, el refugio más manoseado ante los cuestionamientos, es el típico "Para mí...", que lo único que hace es decir: "Para mi esto es así, y sea correcto o no, estupidez o no, no importa. Es mi opinión, es válida, es respetable, e irrefutable, y punto.". Pero necesitamos ser contradichos, necesitamos que los demás cuestionen nuestros planteamientos, e intenten derribarlos. Solo así podremos probar, y probarnos, la solidez de estos. Solo así podremos darnos cuenta de si en verdad tiene validez, de si creemos en algo sustancial, y no en simples ideas preconcebidas, solo así podremos hacer lo que una persona 'intelectualmente valiente' haría, aceptar la idea más razonable. Incluso podríamos decir que así crecemos como persona.

La condescendencia solo mantiene el statu quo, no permite avanzar, el 'caer bien', en estos casos, está sobrevalorado.

Israel Molina

junio 21, 2010

La Utilidad-Inutilidad del Pensar

Cuando se nos ocurrió la idea de abrir este espacio, ya veníamos con unos algunos años de experiencia en diversas conversaciones, discusiones, lecturas y chamullo superficial. Eruditos en ningún tema, decidimos emprender una suerte de diálogo sin ninguna motivación más importante que la de pensar. Fueran cuales fueran los temas (mientras más sean mejor), haríamos con ellos lo mismo que siempre acostumbramos hacer, ayudados de nuestras cabezas y palabras; armar, desarmar, componer y descomponer ideas. Sólo por la necesidad natural y casi enfermiza de hacerlo. Nada más ni nada menos. Lo cual es de esperar que se considerase inútil para la vida diaria. Algo que creemos es ocio y es inútil. Y es a acerca de ese mismo asunto, lo útil-inútil del pensamiento, que quisiera lanzar mi primera reflexión, para empezar este miserable simposio.

Sucede que la utilidad es algo muy relativo. Una maquina de coser es tan inútil en la actividad sexual, como un profiláctico a la hora de zurcir los jeans descosidos. Quiero decir, ninguno de estos elementos es útil en determinados contextos, pero no por eso son enteramente inútiles. Sin la maquina de coser no hay industria textil, y sin las técnicas de la medicina profiláctica probablemente tendríamos más hermanitos y medio hermanitos con los que compartir la escasez (además de incómodos problemas de salud).

Y es que la utilidad de algo depende de lo que quiera conseguirse al utilizar ese algo. De la misma forma, si es o no útil el reflexionar acerca de todo en la vida, depende de qué queremos específicamente de nuestras respectivas vidas. Y en este punto, la cuestión se vuelve efectivamente más personal y relativa a cada uno. 

La verdad es que no me creo digno de declarar que es nuestro deber filosofar acerca de todo. Es sólo una forma, una opción de vida, de aquellos que no somos capaces de dejar pasar las maravillas y horrores, tanto enormes como pequeños, que crecen en absolutamente todo rincón de la realidad. Un psicótico hábito de quienes deseamos usar hasta la indecencia, cada pedazo de mente y cuerpo que nos dejó el nacer.

Supongo que para nosotros, mientras tratemos de sobrevivir, el pensar nunca será inútil.

Diego Molina