Llegando a casa, después de un largo viaje de vuelta del
viejo mundo, sin haber visitado el aposento de lo intangible, entiéndase el baño, me dirigí a este en busca de alivio de cargas acumuladas durante el trayecto. Al reclinarme para sentarme en el ‘toilet’ para depositar los elementos indeseados, sentí ese vacío de tiempos de liceo, cuando procedías a sentarte en tu
pupitre, y algún gracioso desalmado lo había removido de su lugar. Pero una fracción de segundo después, sentí con alivio, como mis
nalgas se depositaban, algo pesadamente, sobre el asiento del inodoro. En ese momento me percaté, de que después de cuatro meses, me acostumbré a los inodoros del viejo mundo, que son más altos que los que tenemos acá.
Israel Molina
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes comentar, coincidir, discrepar, halagar, insultar, divagar, fastidiar, etc, etc, etc... De todas formas no podemos evitarlo.
Porfavor, si deseas comentar como Anónimo, trata de escribir al menos un nick. Sólo para poder diferenciarte de otros "Anónimos"