Más allá de preguntarme para qué se sube algo a una página de red social, si no es para que lo vean los demás; escribo esto para decir algo tan obvio, que me da no se qué decirlo. Pero aquí voy. Todos lo hacemos, todos miramos fotos en perfiles que supuestamente no nos corresponde ver. Y el que no lo hace es porque no tiene a gente lo suficientemente interesante entre sus contactos. Hay que admitirlo, ser “víctima del sicopateo” es sinónimo de tener gracia.
foto: HobbitMob |
Sin el mostrarse o el vociferar a los cuatro vientos, y sin el mirar y fisgonear donde “no debemos”, no existirían las redes sociales. Tener una cuenta en estos sitios es como afirmar: “quiero mirar y quiero que miren algunas cosas que yo quiero mostrar”. Viene en el contrato, son las reglas del juego. No salga después con la mariconada de espantarse porque lo miran. Si es puta vendase, si es monja al convento ha sido llamada. Claro que hay matices en el tema, pero los matices son para los fletos; fíjense en el meollo del asunto, señores. Somos esclavos del Voyeur.
No se trata de armar altares y trazar itinerarios con cada comentario que escribió alguna persona. Se trata de hacer lo que todos deseamos desesperadamente, con la libertad que la hipocresía de la costumbre y la compostura nos quitaron.
Lo único que falta es que ahora digan que por “sicopatear” te salen pelos en las manos.
Diego Molina